Relato corto

Enero ríe

Parece ser que el tiempo es sólo una invención nuestra, y sin embargo, nos tienen a sus pies sin piedad alguna. Enero, el nuevo año, nos limpia la consciencia por compasión, nos regala un adiós menos crudo y más poético. Nos permite mirarnos en el espejo y ver una chispa de vida y voluntad que habíamos perdido entre tanto arañazo y desgarre.

Enero ríe. Nuestra ingenuidad aprende. El corazón nos reprocha que siempre estuvo a la vuelta de la esquina, paciente –y casi celoso– de vernos rezando a otros dioses, a otras penas menos amargas.Estuvo en cautiverio por trescientos sesenta y cinco días, esperando que lo tomáramos entre manos y le perdonáramos como todo inocente suplica. Y entre dientes, yo le pido perdón a este corazón tan atolondrado, tan pisoteado, tan maldecido por mis propias plegarias.

Le pido perdón, y le exijo que se levante, que la melancolía siempre está al acecho. No le prometo ninguna suerte extraordinaria, pero sí le prometo esa fidelidad y entrega que tanto he ofrecido a otros corazones cínicos, crueles: ajenos. Hoy le pido perdón, y quizá mañana él pueda perdonarme, y de paso, volverme a querer.

Estándar
Sin categoría

Adeus tristeza

Frente a las costas lejanas,
una paz envuelta en brisa nos saluda,
nos abruma, nos exige continuar,
el arrullo de sirena fracasa en impedirlo.

Y cuando se llega a la orilla,
no hay dios que nos abrigue,
hay sal, mente, y espíritu,
y cientos, miles de horas por avanzar.

Para luego tumbarse al sol,
sólo hace falta creerse libre,
difuminarse de la piel su nombre,
el nombre de la mujer que no dice adiós.

Estándar
Sin categoría

Chinese translation

Qué hacer con los trozos de un corazón.

Asegurarse de no pisarlos, claro está. Por experiencia te digo que lo mejor es caminar de puntillas y hablar en voz baja, no temerle al filo pero tampoco retarle a dar el primer tajo. Ten en cuenta que el corazón es tuyo, ajá, sí; pero las órdenes que obedece son ajenas a nuestro entendimiento y sus explicaciones suelen ser mas bien arrogantes.

Aquí lo importante es no perder la paciencia. No intentes esconder los escombros bajo la alfombra, porque tarde que temprano, todo lo que trates de callar en el pecho encontrará una manera de escabullirse: va a deslizarse por debajo de tu cama, te nublará los sueños y sus anhelos.

No, esconderlo todo no es la respuesta.

Usa tus manos. Tus labios, tu sentido común, usa la poesía que te carcome el espíritu. Recoge los trozos, uno a uno, sin recelo —creéme, un corazón herido te tendrá más miedo a ti de lo que tú a sus fragmentos—. Así que vuelve a intentarlo, con más cuidado, no dejes que nada ni nadie te diga que ya has tardado mucho.

Va a tomarte un tiempo, y quizá al final notes que quedó uno o dos huecos diminutos, pero estará ahí de nuevo. Tu recuerdo y lección estarán grabados, y sabrás lo que es sentir cada latido como si fuese un infarto.

Estándar
Relato corto

Intervalo 

Siempre fui un problema en bucle, y a pesar de ello, ese día pude sentir tu mirada. Me retabas con ella a ahuyentarte, a intentar joderte la vida como lo había hecho ya con incontables amantes. Eras consciente de mi rabia, de mi manera tan furiosa y arisca de mirar al mundo. Y aunque jamás me gustó que me sostuvieras, adorabas estar conmigo porque me querías, porque te gustaba creer que eras valiente, siempre asegurándote de la manera más sincera que todo estuviese bajo control en la bruma de mi mente y pecho. Al final del cuento, y tras muchas heridas, me declaré derrotado cuando tu ternura resultó más hiriente de lo que pensaba: se había arrastrado por mi piel, entre mis huesos, hasta proclamar mi alma como su hogar.

Ese día me mirabas mucho, yo sentí que había ganado algo. Llegó a por mí de una manera inesperada.

Estándar
Relato corto

La despedida de un trovador 

No sería la primera vez en que nos decimos adiós como si fuera poca cosa. Es más bien la costumbre de rehuirnos la mirada en el aeropuerto, ambos pensando que el culpable siempre es el otro. Pero comienzo a creer que, muy en el fondo, nosotros no funcionamos con esta dulzura distante; que ahora de tus ojos brota ese terror de la lejanía de tu persona a mi recuerdo, el terror de ver algo nuevo en mí cada día y preguntarte a ti mismo desde cuándo me comporto así, o cómo me llegó esa cicatriz ahí, creyendo que esas marcas de nacimiento son algo nuevo.

Piensas que jamás podrías evitar ese crecimiento, ese cambio constante en ti y en mí. Temes sentir la obligación de entenderlo, de tener que esforzarte por formar parte de ello. Entretanto, y a espaldas de tu delirio, yo sólo tengo la ansiedad por que tú nunca logres ver lo mucho que te quiero siendo esa persona que fuiste ayer, o aquella que serás y no podré reconocer mañana.

Te entretienes haciendo nudos tus miedos; apenas y me escuchas cuando te digo adiós con poemas de despedida ahogados en el pecho.

Estándar
Sin categoría

Aracne y Atenea

Este es mi jardín, es lo que veo desde la ventana de mi habitación. Hoy desperté después de haber dormido bien por primera vez en 8 días, y no tuve esa sensación de estar fuera de lugar. Sentí que mi cuerpo no era ya un escombro, si no una caída libre; y aunque los pájaros habían huido hace tiempo, una brisa lejana me decía que las flores del vecino se adelantaban juguetonas a la primavera.

No es éste un recuerdo que la memoria vaya a traerme de regreso cuando sea mayor, o peor aún, quizá el sol jamás volverá a verme en pie, con los ojos limpios y la esperanza a flote. Y tal vez, más temprano que tarde, podré decirle a alguien, a todos: ya no toquen, ni insistan; la nostalgia ya salió de mi pecho y no hay un ayer que me cuente nada nuevo ni deslumbrante. Y probablemente ellos se rían, siempre ingeniosos (siempre cobardes), creyendo que mis días buenos son sólo de 72hrs y la miseria de una noche.

Pero este es mi jardín, y mi herida. Y profeso que hay que vivir a vicios y desgarros, porque no tiene sentido llegar sano y salvo a ese «otro lado» al que todos temen.

Estándar
Sin categoría

Whisky

Irene, el nombre con el que el mundo fue creado, las letras donde el ciclo empieza y nunca termina.
Tu nombre, cuyo susurro provoca la tormenta donde naufragamos, la que sacude los días y entierra los besos. Un crujido que se asemeja a tu llanto que nos atraviesa, nos rompe; con un eco que nos persigue en bucle. Un eco sin nombre, al menos no uno como el tuyo, que nos alienta a perdernos, a derrumbarnos, a convertirnos en las ruinas de lo que nunca llegamos a ser. Ese eco que nos sigue disfrazado como sombra, como la presión de no saber si todavía queda en alguna parte de la ciudad una taza de café caliente para ti.
Como hombres sin remedio naufragamos tu tormenta, Irene, porque no tiene sentido que lleguemos sanos y salvos al otro lado.

Estándar
Sin categoría

Saharabbey Road

Interpretamos mal al mundo, y decimos que nos defrauda.  TAGORE; PÁJAROS ERRANTES.

Tiendo a desaparecer en los mejores momentos de mi vida, y cuando vuelvo siempre es al mismo callejón, con el mismo alcohol en el sistema y la clásica aflicción de llevar semanas sin escuchar tu voz. Es incluso sospechoso que cuando escribo es usualmente por algún rencor desorientado o un miedo que no cesa, y la gente cree que no salgo de tan falsa agonía.

Huyo y vuelvo, como el criminal que jamás se da por satisfecho. Llego cargada de odio y pena, con los hombros hundidos bajo peleas de rabia, amor y olvido. Pero cuando fumo el último cigarro, y consigo por fin un texto lo bastante herido, siento el alma sosegada y miro al cielo con ojos poco menos insolentes.

Huyo, una vez más, del callejón y sus extraños efectos. Le digo al mundo que no soy tan triste como parezco, sino que le hago poesía a lo melancólico por miedo a que intente helarme.

Estándar
Sin categoría

the last ones dancing

Lo nuestro no era amor, sólo era invierno y quedaba suficiente café en la taza como para desperdiciarlo. No era un sentimiento de pertenencia a tus ojos, sino que daba la casualidad de que te parecías mucho a alguien que se conoce desde hace tiempo y que nunca se olvida. Fue negligencia de un poeta que escribía más cuando odiaba a su musa que cuando intentaba quererla.

No era amor, sino las 3:34 am. Era ausencia de alcohol, de felicidad, un poco de frío que combinaba bien. Pero tampoco era que nos conociéramos tan bien, porque aunque siempre conseguíamos encontrar el camino que nos llevaba de regreso, jamás entendimos cómo no dañarnos en un principio.

E insisto, que eso no era amor, sólo eran las ganas de estar junto a alguien y morirte.

Estándar